Editorial

Por Juan Marcos Pueyrredón

Sale un nuevo número de la Revista VALORES, ésta vez sobre la “Ideología de Género”, tema que es desarrollado por los distintos autores con un enfoque interdisciplinario, o sea intentando abarcar dentro de un orden jerárquico los diferentes aspectos y dimensiones de la cuestión a analizar

Como toda ideología, la de género es “un sistema cerrado de ideas que se postula como modelo según el cual ha de reestructurarse toda la vida humana en sociedad”. Es un proyecto que define qué y cómo ha de ser la realidad: por esto no necesita de la experiencia sino del poder.

Como se sabe la ideología de género surgió en el seno del movimiento feminista norteamericano a finales de los años 60 del siglo pasado, cuando un grupo de mujeres partidarias empezaron a criticar al feminismo anterior, afirmando que se había equivocado de objetivo, al tener como meta la igualdad entre el hombre y la mujer.

Para este nuevo movimiento, que se autodenominó como de género, el objetivo de la liberación de la mujer no se consigue igualando en derechos a la mujer con el hombre, sino haciendo desaparecer la distinción entre ambos.

Así afirma que no hay nada natural en la distinción entre hombre y mujer; los roles psicológicos, sociales y sexuales asociados a la condición masculina y femenina, son una pura construcción cultural, hecha por el hombre, para “esclavizar” a la mujer al servicio de la “función reproductiva”, en beneficio del varón, a través de esa “institución opresora” que es el matrimonio.

Por eso, todos los planteamientos de la ideología de género están imbuidos de verdadera fobia a la maternidad y al matrimonio.

La maternidad es para la mujer una desgracia y una verdadera condena biológica. Como sostiene Simone de Beauvoir, en un texto de corte llamativamente totalitario: “Pensamos que ninguna mujer debería tener esta opción, la maternidad. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos, la sociedad tiene que ser diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres se decidirán por ella”.

Para esta ideología, cada uno se construye su identidad y su orientación sexual de forma autónoma, sin ningún condicionamiento natural, dado que no hay nada natural, en materia de sexo y por tanto, construya como construya cada uno su identidad, su orientación sexual, todo es igualmente valioso: ser heterosexual, transexual, bisexual, homosexual, es fruto de la libertad de cada uno y pueden ser modificado por el sujeto cuantas veces quiera.

Como bien ha señalado, el Papa Benedicto XVI, “según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social que cada uno decide libremente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía.

La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella, continua el Papa es evidente: el hombre niega tener una naturaleza reconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano”.

Ya no es válido, entonces, lo que leemos en el relato de la Creación: “Hombre y mujer los creo”. No, lo que vale ahora es que no ha sido Dios quien nos creó varón y mujer, sino primero la sociedad quien lo ha determinado y a partir de ahora somos nosotros mismos quienes vamos a decidir sobre esto”.
Desaparecen entonces el matrimonio y la familia como realidades naturales con toda su dignidad.

Queda así convertido el hombre en un ser genérico y asexuado, que privado de su natural y amorosa compañía vaga sin rumbo, solitario y aburrido por un mundo sin una pizca de esperanza.

La ideología de género tuvo singular éxito en los organismos internacionales, primero en las Naciones Unidas, a partir de las Conferencias sobre Población del Cairo y de Pekín en 1994 y 1995 y tiempo después en la Organización Mundial de la Salud y la UNESCO, donde primero introdujeron su terminología y su lenguaje y recién luego su sustancia, logrando tener gran influencia en países del Tercer Mundo, a través de las políticas de control demográfico aplicadas por el Fondo de Población de la UN y el Bco. Mundial a propósito de los créditos de asistencia que estos solicitaban.

En la mayor parte de los países occidentales de Europa está de moda la ideología de género, incluida entre “lo políticamente correcto”. Es habitual especialmente en los planteos del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo, pero solo se ha encarnado de forma sistemática en la agenda política de una mayoría gubernamental transitoria en España, primero durante el gobierno de Zapatero y luego con Sanchez.

Lamentablemente nuestro país no ha sido una excepción y especialmente luego del rechazo por el Senado del Proyecto de Ley de aborto, los mismos grupos abortistas, la mayor parte de los medios de comunicación y representantes de los diversos partidos políticos tanto de la oposición como del oficialismo, vienen llevando a cabo una campaña notablemente virulenta a favor de la ideología de género.

Así, a mediados del año pasado legisladores de diversos partidos políticos, tanto de la oposición como del oficialismo presentaron en la Cámara baja un proyecto de modificación de la ley 26.150 de educación sexual integral (ESI), cuyo propósito explicito era imponer la ideología de género en todas las escuelas (art. 1) y no permitir a las de gestión privada adaptar los contenidos de la asignaturas a los principios que rigen sus proyectos institucionales, (art. 2 y 4 ) violentando de esta forma el derecho de los padres a educar libremente a sus hijos conforme con sus convicciones morales y religiosas, o sea la libertad de enseñanza (art. 14 CN y Tratados internacionales.

Un Proyecto similar todavía peor, fue presentado en la Provincia de Buenos Aires y obtuvo media sanción en la legislatura provincial, casi por unanimidad. Tan absurdo era el citado Proyecto que además de imponer como única doctrina la ideología de género, desplazaba la competencia exclusiva de la Dirección de Escuelas de la Provincia como órgano de aplicación de la ley de ESI para adjudicarla a una Comisión, integrada por asociaciones de derechos humanos, de la diversidad sexual y de género, centros de estudiantes y sindicatos docentes.

Por suerte para todos, gracias a la reacción de los padres de los alumnos, de los colegios, de las mismas instituciones educativas e incluso de algunos legisladores y funcionarios del gobierno nacional y provincial y legisladores de otros partidos que no estaban de acuerdo con estas iniciativas, ninguno de ambos proyectos de ley de ESI pudo ser aprobado el año pasado y no se conoce a ciencia cierta si este año podrán ser tratados nuevamente y si en tal caso conseguirán la aprobación.

Sin embargo, las paginas oficiales de los Ministerios de Educación, Justicia y Derechos Humanos y Salud Publica del Gobierno Nacional, como así también de algunos Gobiernos Provinciales continuaron transmitiendo contenidos de educación sexual, derechos humanos y procreación responsable imbuidos en todos los casos y en forma exclusiva de la ideología de género, como si fuera posible y legitimo imponer dicha ideología como única y excluyente en materias de tanta importancia y sobre todo en la educación de los niños y de los jóvenes.

No, por causalidad la Academia de Educación en fecha reciente ha alertado a la opinión pública sobre la imperiosa necesidad de respetar el pluralismo educativo y la libertad de enseñanza en materia de educación sexual, a lo que cabe agregar la necesidad de que dicha asignatura responda en sus contenidos a una visión del hombre y de la mujer, fundada en una misma naturaleza humana, en la complementariedad y en la ayuda recíproca que debe existir entre hombre y mujer para su felicidad, la de la familia y la de la sociedad.

Mas graves son aun, los contenidos que se difunden a través de la web del Ministerio de Salud Publica de la Nacion a cargo del Dr. Alberto Rubinstein a propósito del Programa de Prevención de Embarazos Adolescentes, en la que se promueven masivamente los abortos no punibles del art. 86 del Código Penal, como un derecho más y sobre todo, como un medio idóneo para evitar el embarazo, cuando de lo que se trata es de prevenirlos según reza el Plan y no de deshacerse de ellos una vez que han ocurrido, como ridículamente pretende el Ministro.

No sorprende sin embargo esta profusa y burda propaganda oficial, teniendo en cuenta que el Dr. Rubinstein, ha demostrado en el Congreso de la Nación ser un acérrimo defensor y ferviente admirador del Proyecto de ley de aborto seguro, libre y gratuito, rechazado finalmente por el Senado de la Nación.

No alcanza el tiempo y el espacio de esta Editorial para hacer un “racconto” completo de los peligros y males que aquejan a la Argentina actual, además de los ya expuestos, entre los cuales no ocupa un lugar menor, la crítica situación económico-social en la que vivimos y la corrupción heredada del gobierno anterior, el saqueamiento liso y llano del Estado con la anuencia y la colaboración de notables dirigentes empresarios, sindicales e incluso de jueces de la Nación.

Y qué decir de la aparición de un virulento laicismo militante, espíritu de odio y apostasía, en especial contra la Iglesia Católica, de la que da cuenta sin ir más lejos lo ocurrido el 9 de marzo pasado, con la blasfema parodia de una Virgen vestida de verde llevada en andas por grupos abortistas e instalada no se sabe por cuánto tiempo en el Centro Cultural Haroldo Conti, dependencia del Ministerio de Justicia de la Nacion, sin que el responsable máximo del Centro, -su Director Alex Kurland-, dijera nada al respecto.

Todo lo expuesto pone de relieve que la sociedad argentina padece una crisis moral y política de enorme calibre que viene de hace mucho tiempo y que sería injusto atribuir exclusivamente a este gobierno o a cualquier otro. Vivimos una crisis moral, una crisis de valores que nos ha hecho perder identidad y entusiasmo como pueblo.

Ya lo describía ese gran pensador, amante y a la vez riguroso crítico de la Argentina que fue Ortega y Gasset en su segunda visita al país con estas palabras:

“Yo he visto -decía- que hoy el problema más sustantivo de la existencia argentina es su reforma moral. El hombre argentino está desmoralizado y lo está en un momento grave de su historia nacional, cuando después de generaciones en que ha vivido de fuera tiene que volver a vivir de su propia sustancia en todos los órdenes: económico, político, intelectual. Es preciso llamar al argentino al fondo autentico de sí mismo, retraerle a la disciplina rigurosa de ser sí mismo, de sumirse en el duro quehacer propuesto por su individual destino”

Hemos perdido el rumbo porque hemos dado la espalda a los valores morales que son el cimiento de la política y de todo el quehacer humano, individual y social. Somos una sociedad guaranga, como nos calificaba Ortega donde cada individuo y cada sector intentan abrirse camino a codazos, a expensas de los demás y el vicio político dominante es la intolerancia.

¿Cómo salir adelante como sociedad cuando muchos de nuestros dirigentes políticos, empresarios, sindicales, de la justicia, de la educación, de la cultura y de los medios de comunicación, de la Iglesia, del mismo gobierno y de la oposición, no procuran el bien común, sino exclusivamente su propio bien individual?

¿Cómo salir adelante cuando desde el mismo gobierno y desde la oposición se promueven valores contrarios a la vida y a la familia y se pretende excluir de la vida pública la dimensión religiosa de la existencia, renegando de nuestras tradiciones y a contra pelo de lo que ocurre en la mayor parte de los países y del mundo?

¿Cómo salir adelante, con muchos funcionarios públicos, legisladores y magistrados, que deberían ser un ejemplo para todos de sabiduría, honestidad y decoro, en el desempeño de su función y en su vida privada, y que en cambio, son modelo de soberbia y de prepotencia, de descarada rapiña y de amoralidad degradante, a la vista del pueblo, especialmente de los más necesitados que tienen que soportar sus festicholas y sus vicios?.
Creemos sin embargo, que a pesar de la crisis que vivimos, nuestro país va a salir adelante. Somos muchos los argentinos de bien, en todos los rincones de la Patria y de todos los sectores sociales, sin distingos de credo o de fortuna que estamos dispuestos a luchar por un país mejor.

Un país donde prime la verdad sobre la mentira, los valores morales sobre el hedonismo y el desenfreno, la familia y la apertura generosa a la vida sobre la humillación y la muerte, la solidaridad sobre el egoísmo individualista, la justicia sobre la corrupción y la miseria.

Un país donde los hombres sepamos decir ¡GRACIAS!, a la mujer-madre, a la mujer-esposa, a la mujer-hija, a la mujer-hermana, a la mujer-trabajadora que participa en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, religiosa, artística y política, mediante el indispensable aporte… a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas en humanidad…

Un país donde prime la educación en valores sobre la ignorancia, la identidad renovada y moderna de ser argentinos, abierta al mundo sobre la copia estúpida de lo que no es nuestro, la libertad responsable y la iniciativa individual sobre el estatismo esclavizante.

Un país donde prime la democracia republicana y federal sobre toda forma de totalitarismo, el trabajo y la producción sobre la especulación financiera y la apertura a la dimensión religiosa, en lo privado y en lo público sobre el monopolio laicista contrario a la libertad religiosa.

El debate público sobre el aborto y por la libertad de los padres a educar a sus hijos conforme con sus convicciones morales y religiosas a propósito de la ley de ESI ha probado que también en la Argentina la lucha por la libertad y por la vida, ambos valores esencialmente cristianos tienen muchos adherentes capaces de salir públicamente en defensa de estos valores y de muchos otros.

Es hora que a través de los partidos tradicionales o de nuevas alternativas políticas vayamos encontrando los canales para que la democracia pueda empezar a incluir con mas representatividad a todo aquellos que creemos, amamos y estamos dispuestos a defender, todos juntos también si es necesario en el terreno de la política esos valores cristianos.

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